Pobre gente, no tienen más remedio que agarrarse a Dios

   En la misa, mientras escucho al P. Darío hablarles con tanta cercanía y cariño, veo esos rostros que parecen comerse con los ojos todo lo que el padre les va diciendo. Son rostros ávidos de fe y de esperanza, y se nota que han encontrado en Dios su tesoro.



   Alguno puede pensar, con su mentalidad occidental “pobre gente, ¿cómo no se van a agarrar a Dios? Es lo único que tienen…” Pues quien piensa así, no se equivoca en lo último: Sí, es lo único que tienen…. Pero no son “pobre gente”. Eso no. Ahí se equivoca.

   Esa gente es víctima de la terrible desigualdad que divide a nuestro mundo en dos (partido en dos trozos bastante desiguales: 1/3 y 2/3 más o menos).

   Esa gente trabajadora, luchadora, que a las 6 de la mañana ya está trabajando para llevar el pan (mejor dicho, el arroz) a casa, difícilmente conseguirá salir de la pobreza…Esa gente es gente muy sufrida, y no es justo. Barrios así, pueblos así, no deberían existir. Pero a la vez esa gente no es “pobre gente” en el sentido de nuestra pasajera compasión. A esa mujer, a esos niños les brillan los ojos. Esta gente sabe compartir lo mejor que tienen incluso con un desconocido…esta gente se ayuda entre sí, para sacar adelante su familia. Esta gente cree fervientemente que Dios está con ellos, y les da la fuerza para luchar, y nunca les va a fallar aunque las cosas no salgan como lo habían esperado. Esta gente, quizás mirándolo desde esta perspectiva, gente a la que le falta todo (y por la que nos desvivimos los misioneros para buscar fondos de ayuda), esa gente….¡es rica!. Lo tiene todo: tiene a Dios. Y Él es el que les da ese brillo en los ojos, y ese deseo de compartir lo que tienen y de ayudarse entre sí…y la esperanza para el mañana y las ganas de luchar.




   ¿Qué es ser pobre…qué es ser rico en esta vida? Quizás ellos nos lo puedan aclarar…. Quizá estar cerca de ellos cada día y compartir la vida con ellos nos lo pueda enseñar. 

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